La elección del papa es una de esas situaciones en las que se producen fuertes contradicciones espacio-temporales. Por un lado, es un ritual de carácter divino que apenas ha cambiado en siglos (incluso la idea de la fumata blanca es del XVIII); por otro, no dejan de aparecer gestos que nos acercan al siglo XXI y que nos recuerdan nuestras pobres miserias humanas. Es lo que ocurrió los pasados 7 y 8 de mayo cuando fue elegido León XIV como sucesor de Francisco.

Apareció un móvil en la Capilla Sixtina cuando están absolutamente prohibidos todo tipo de dispositivos. Además de no poder comunicar nada de lo que allí sucede, los cardenales no pueden grabar ni con vídeo ni sonido nada. Esta vez a uno de los más mayores se le olvidó que lo llevaba consigo… y la tarjeta SIM saltó entre los guardianes de la seguridad. Se confiscó y se siguió adelante. También jugaron malas pasadas las papeletas en las que tienen que escribir el nombre del cardenal por el que votan. Al español Carlos Osoro, de 80 años, se le quedaron dos pegadas y en el recuento final salieron 134 votos en vez de los 133 que tenían que haber sido según el número de cardenales. Osoro se disculpó y se repitió la votación (era la tercera). Y después estuvo la cuestión mingitoria. En la Sixtina no hay baños, por lo que los cardenales tenían que salir fuera y pedir que les acompañara el cardenal diácono menor, George J. Koovakad, a la puerta del servicio. Más de uno se quejó: aquello era como volver al jardín de infancia para señores de edad ciertamente ya provecta.

 

En la Sixtina no hay baños, por lo que los cardenales tenían que pedir que les acompañara el cardenal diácono menor a la puerta

 

Todo esto lo cuentan los periodistas Gerard O’Connell y Elisabetta Piqué, dos de los mayores expertos en información de asuntos religiosos y que, además, conocían perfectamente a Francisco, en El último cónclave (Arpa), un ensayo que se lee como un thriller apasionante y que cuenta los entresijos de la elección de León XIV. No solo estas anécdotas que, como confiesan a El Confidencial, “nos recuerdan que quienes ingresan al cónclave son justamente seres humanos, ayudados por el Espíritu Santo, es verdad, pero seres humanos al fin…”, sino los movimientos entre los distintos grupos de presión de los conservadores y los progresistas, además de la “manipulación” de la prensa italiana para colocar como Vicario de Cristo a su favorito… Es decir, una vez más, cuestiones fieramente humanas.

El tapado Prevost

Todo comenzó el 7 de mayo, cuando llegaron a Roma los 133 cardenales de 70 países distintos para participar en un cónclave que iba a ser el más diverso de la historia. O’Connell y Piqué acababan de despedir a Francisco, que había sido amigo desde que le conocieran como Jorge Bergoglio en 2001 y hasta había bautizado a sus hijos. “Todo eso hizo que viviéramos este último cónclave de una manera más que intensa, con el vértigo que suele tener cualquier cónclave a nivel mediático, pero con muchos sentimientos al rojo vivo, algo que también nos hizo sentir que teníamos que contarlo…”, señalan.

Y, precisamente, según cuentan, aunque el cardenal estadounidense Robert Prevost apenas aparecía en la prensa como uno de los papables —sí lo hacía Pietro Parolin, el gran favorito de la prensa italiana que quería que un italiano fuera papa cuatro décadas después—, ya en la primera votación se vio que el estadounidense tenía muchísimas posibilidades. Quedó segundo después del húngaro Péter Erdő, el preferido de los más ultraconservadores que también dieron su batalla. Prevost se revelaba como el gran tapado, muy parecido a lo que sucedió con Bergoglio en 2013.

 

“Sí, se repitió, en cierta forma, lo que ocurrió en 2013 durante el cónclave que eligió a Francisco: Bergoglio tampoco figuraba en las quinielas, se mantuvo, al igual que Prevost, debajo de los radares y, aunque no son los medios los que votan en la Capilla Sixtina, también finalmente pueden influenciar, sobre todo en un contexto como el del último cónclave, donde la gran mayoría de los 133 electores de 70 países no se conocía. Bergoglio en su momento quedó tapado por el hecho de que tenía 76 años, se estaba por jubilar y, según muchos, ya había tenido su oportunidad en el cónclave de 2005, cuando salió como el segundo más votado después de Ratzinger. En el caso de Prevost, lo ayudó su bajo perfil y el ser estadounidense, factor que para muchos lo excluía de la carrera…”, manifiestan los periodistas.

Y sí, era de Chicago y un papa de EEUU se veía algo extraño, pero Prevost también tenía otra característica a su favor: la nacionalidad peruana y el hecho de haber trabajado en Perú durante gran parte de su magisterio. “Era visto como un misionero y como el menos americano de los americanos por haber vivido la mitad de su vida sacerdotal en Perú. Atrajo por eso, por ser también peruano, por su capacidad de gobierno al haber estado dos veces al frente de los agustinos, y muchos lo habían conocido como prefecto del Dicasterio para los Obispos y por haber participado junto a él en el sínodo. Lo conocían por esas cualidades y entonces hubo cardenales que lo vieron como un candidato mejor preparado que Parolin, un diplomático sin experiencia pastoral, que era el gran favorito y el más conocido al haber sido secretario de Estado”.

 

«Prevost era visto como un misionero y como el menos americano de los americanos por haber vivido la mitad de su vida sacerdotal en Perú»

 

Así fue como Prevost irrumpió en las votaciones y cómo el resto de cardenales comenzó a fijarse más en él en los almuerzos posteriores en Santa Marta (donde, por cierto, como relatan O’Connell y Piqué, no hay una sola monja, al contrario de lo que contó la película Cónclave). El estadounidense (al que le gusta la crema de cacahuetes, como no podía ser de otra manera) empezó a aglutinar el voto progresista (dentro de lo que representa la Iglesia)… la sorpresa final que se había reservado Francisco, como también apuntan los periodistas.

Pese a ello, Pietro Parolin y el ala conservadora no estaban dispuestos a tirar la toalla. Según revelan, el italiano nunca se retiró de la carrera y siguió moviendo los hilos para conseguir el papado. Pero le ocurrió lo que tantas veces se dice en estas elecciones… quien entra papa sale cardenal y toda la campaña se le volvió en contra. Se pasó de frenada.

Le pasó lo mismo que en 2013 con otro italiano, el cardenal Angelo Scola, que también entró al cónclave papa y salió cardenal. La prensa italiana publicaba todos los días que Parolin ingresaba al cónclave con un gran paquete de votos que en verdad no tenía. Esa campaña en su favor resultó un bumerán y muchos cardenales descubrieron en el periodo precónclave que no era para nada el delfín de Francisco”, relatan los periodistas.

 

En la cuarta votación, celebrada en la tarde del 8 de mayo, Parolin descubrió que había perdido y además por bastante. Prevost recibió 108 votos (y solo se necesitaban 89 para la elección). Era todo muy evidente: los cardenales —una gran mayoría elegidos por Francisco— habían optado por el candidato progresista que no contaba con el fervor mediático ni estaba en las grandes apuestas. A veces pasa.

 

«La prensa italiana publicaba todos los días que Parolin ingresaba al cónclave con un gran paquete de votos que en verdad no tenía»

 

O’Connell y Piqué también creen que León XIV, el nombre que adquirió Prevost como papa y que recordó la famosa encíclica Rerum Novarum (De las cosas nuevas) de León XIII, es un continuador de Francisco, aunque con formas más ortodoxas. “El estilo es seguramente distinto, aunque se trata de una persona muy humilde y espiritual como Francisco… Cada papa tiene su personalidad y carisma, pero, más allá de las formas y de que ha decidido ponerse la muceta roja —algo le encantó a los conservadores—, en la sustancia está totalmente en línea y en continuidad con el papa Francisco, en todo lo que tiene que ver con el clamor por la paz, por la justicia social, cambio climático y el proceso sinodal por él puesto en marcha. Es menos mediático, quiere calmar las aguas después de un papado disruptivo y profético, no quiere ser él el gran protagonista, sus objetivos son paz y unidad, es más cauto y prefiere tener menos visibilidad también a la hora de las definiciones políticas. Pero esto no quiere decir que no sea un hábil estratega que, lentamente, está haciendo su juego. León fue electo en medio del Jubileo de la Esperanza convocado por su predecesor, con muchísimas citas y eventos ya programados, de hecho, tiene una agenda imposible, y por eso creo que veremos mejor cómo se perfila su pontificado a partir del 6 de enero, cuando finaliza el Año Santo”, aseguran.

Estas son algunas de las historias que se cuentan en El último cónclave, una crónica compuesta a partir de las fuentes que mejor saben lo que ocurrió aquellos días. No tiene mucho que ver con la famosa película Cónclave, aunque a estos periodistas les gustó bastante. “Nos pareció muy divertida, bien hecha, aunque con algunas exageraciones… Aunque la realidad, como puede verse en el libro, muchas veces supera a lo grande la ficción”. Ahí está León XIV, el gran tapado y finalmente elegido.




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