El expediente de Dionny Julián Izquierdo Gómez es una de esas sagas venezolanas donde el poder, la codicia personal y los tentáculos familiares se entrelazan con el invariable objetivo de inflar fortunas personales a expensas del saqueado erario público venezolano.
Izquierdo tiene sus raíces en una familia que otrora echó anclas en Campo Sur de PDVSA en Anaco, un enclave residencial erigido por la industria petrolera allá por los años 40 en el oriente venezolano, diseñado para cobijar a sus trabajadores y su prole. Así, el joven Izquierdo Gómez se curtió en el seno de una familia de nómina de PDVSA, en los tiempos de la llamada Cuarta República, antes de que Hugo Chávez irrumpiera en el escenario nacional.
Fiel a la tradición familiar, Dionny Izquierdo Gómez también se enfundó el uniforme petrolero, escalando posiciones hasta convertirse en uno de los artífices de las licitaciones en la ciudad de Maturín, estado Monagas, para PDVSA Bariven, la filial que funge como el monedero de la estatal para la compra de materiales y equipos.
Su estadía en PDVSA Bariven no solo sirvió para que Dionny se «fogueara» en el tejemaneje de las adquisiciones, sino, y más convenientemente, para aceitar los engranajes a favor del clan de su ahora esposa en las contrataciones que esta parentela política amarraba con Bariven. Un círculo vicioso de auto-beneficio: la familia de la consorte de Izquierdo, proveedora estrella de Bariven, gozaba de la «fortuna» de tenerlo a él en un puesto neurálgico. En otras palabras, el negocio era un asunto estrictamente familiar.
Texas: nuevo paraíso, viejas mañas y el festín del sobreprecio

No obstante, la permanencia de Izquierdo en las nóminas de PDVSA tuvo fecha de caducidad, alrededor del año 2014, justo antes de que él y su cónyuge decidieran hacer las maletas y emprender el «sueño americano» en Texas. Una vez en suelo texano, la pareja se metamorfoseó en flamantes gerentes de una empresa dedicada al suministro de equipos para la industria petrolera, tanto venezolana como internacional. Curiosamente, esta empresa no surgió de la nada; había sido fundada por la astuta familia política de Izquierdo en 2012, mientras él aún calentaba su silla y movía los hilos en PDVSA. ¡Qué oportuna visión empresarial!
En sus inicios, la compañía texana fue concebida, según cuentan, para «satisfacer las necesidades de adquisición y logística» de su propio entramado empresarial en Venezuela –una especie de autoabastecimiento offshore–. Sin embargo, como por arte de magia, o quizás por la «pericia» adquirida en las entrañas de la petrolera estatal, la empresa escaló para convertirse en un contratista de la cadena de suministro, no solo para sus negocios internos sino también para una clientela más amplia.

En el próspero estado de Texas, Izquierdo y su esposa disfrutan de las mieles del éxito en una confortable residencia en Sugar Land, un enclave a tiro de piedra de Houston. Y como si el destino les sonriera con particular generosidad, una de las sedes del imperio familiar de su esposa también se asienta en Sugar Land, aunque cuentan con otras sucursales estratégicamente repartidas por Texas. Sugar Land, claro está, no es una elección casual para este floreciente negocio familiar: allí se congregan las sedes de renombrados fabricantes y distribuidores de instrumentos y equipos petroleros, los mismos que el clan político de Izquierdo se encarga de revender, con jugosos márgenes, en Venezuela, México y otros mercados latinoamericanos. Y si hablamos de Venezuela, la familia política de Izquierdo arrastra un largo y vergonzoso historial de inflar los precios de los equipos vendidos a las filiales de Pdvsa.
Un rasguño a la opulencia, una demanda y la pregunta que resuena: ¿Habrá investigación?
A principios del año 2022, la crónica de Izquierdo y su familia política sumó un nuevo y bochornoso capítulo: Dionny, al volante de una camioneta perteneciente al entramado empresarial familiar, colisionó contra un vehículo ocupado por una mujer afroamericana y su hijo. Lo que siguió fue una larga batalla legal que se extendió desde ese fatídico año hasta bien entrado el 2025, con las víctimas demandando a Izquierdo y al negocio de su parentela política en Texas una indemnización por las lesiones infligidas. Sin embargo, con una terquedad digna de mejor causa, Izquierdo y su clan político se atrincheraron en la negativa a desembolsar un centavo, dilatando el proceso judicial por más de tres interminables años.
Y que nadie piense que la negativa se debía a falta de liquidez. Nada más lejos de la realidad. Tanto Izquierdo como su esposa y el resto de la familia política disfrutan de una existencia opulenta y plagada de lujos en Texas. Mientras tanto, sus empresas seguían operando a toda máquina y los negocios familiares continuaban su expansión sin el menor contratiempo. Sencillamente, a Izquierdo y al clan de su esposa no le apetecía, por pura tacañería o arrogancia, cumplir con su responsabilidad.
Finalmente, un tribunal texano, en mayo de 2025, tuvo que intervenir para obligarlos a pagar una suma que ni siquiera roza los 8.000 dólares. Una miseria, una auténtica calderilla si se compara con lo que Dionny y su familia política seguramente desembolsan en impuestos por una sola de sus múltiples propiedades, tanto comerciales como residenciales, que ostentan en el estado de la estrella solitaria.
Ante este panorama, no son pocos los que se preguntan con creciente insistencia: ¿Se dignarán las autoridades estadounidenses a hincar el diente en la sospechosa prosperidad y las dudosas andanzas de Izquierdo?
La respuesta podría estar al caer, pues un venezolano afincado en Texas ha prometido airear próximamente más detalles e información sobre este entramado.