Un individuo que miente en detalles tan simples como su origen, el lugar donde cursó estudios o que se atribuye títulos académicos nunca obtenidos podría parecer irrelevante. Sin embargo, si se trata de un banquero con el respaldo de una influyente y poderosa familia, que se ha convertido en el mayor defraudador internacional de origen venezolano, especializado además en ocultar, legitimar e invertir millones de dólares de procedencia ilícita pertenecientes a altos funcionarios y exfuncionarios del gobierno venezolano, el asunto merece atención.
Este es el caso del banquero venezolano Julio Martín Herrera Kolster, alias Julio Martín Herrera Velutini, a quien poco le importa el daño que pueda causar a sus dos hijos mayores y a su actual pareja:
Julio José Herrera Velutini nació el 30 de diciembre de 1947 en Salzburgo, Suecia. Fue adoptado junto a sus hermanos, José y Cristina, por don José Herrera Uslar y doña Clementina Pérez Matos.
Encontrándose en Europa, y ante la imposibilidad de concebir hijos biológicos, don José y doña Clementina decidieron adoptar a una niña, a quien registraron en el Registro Civil venezolano con el nombre de Cristina Herrera Velutini. Una vez instalada en la residencia familiar, la niña —que aún no hablaba español— no dejaba de llorar por nostalgia. Al comunicarse con ella, lograron comprender que extrañaba a sus dos hermanitos varones, a quienes había dejado en el orfanato. De inmediato, don “Pepito” Herrera Uslar coordinó un viaje de regreso a Salzburgo para buscarlos y adoptarlos también.
Don José Herrera Uslar, quien se desempeñaba como diplomático y representante de Venezuela ante Noruega, Suecia y Dinamarca, promovió en 1950 una iniciativa particular que dio origen a la creación de un Comité de Inmigración Infantil en Caracas. El objetivo era organizar el traslado y la adopción en Venezuela de al menos mil niños europeos que habían quedado huérfanos como consecuencia de la guerra. La idea era que estos niños llegaran con pasaportes venezolanos, fueran adoptados por familias criollas y se educaran en el país como venezolanos.
En diciembre de 1950 llegó a Maiquetía el primer grupo, compuesto por 46 niños. El hecho causó un gran revuelo en la sociedad caraqueña, que los recibió con entusiasmo. La magnitud del interés se refleja en que, a menos de una semana de su llegada, el Comité había evaluado casi doscientas solicitudes de adopción.
Este llamativo proyecto tuvo un fuerte impacto en la opinión pública. Aunque predominaba la alegría por recibir a los niños, también surgieron voces críticas que denunciaban la desatención hacia la infancia venezolana en favor de los inmigrantes europeos. Un artículo de opinión publicado en El Nacional la misma semana de la llegada del grupo lo expresaba así:
“La nota optimista de la semana la ha constituido sin duda el avión cargado de huérfanos de guerra que arribara a La Guaira el miércoles de esta semana. Los pequeños inmigrantes —primer contingente traído a iniciativa del Dr. José Herrera Uslar— han tenido una acogida general, la misma que habitualmente reservamos aquí para las estrellas cinematográficas. Y, a juzgar por las fotografías publicadas, los niños en verdad son tan fotogénicos como cualquiera de éstas.
Al parecer, se trata de un proyecto que abarca a mil niños europeos, despojos de la guerra pasada, entre los seis meses y siete años de edad.
En verdad, se trata de una inmigración que nos conviene y, según se dice, son muchas las familias venezolanas dispuestas a brindar un hogar a los pequeños europeos […]
Sin embargo, uno no puede dejar de sentir un poco de envidia de estos niños europeos, y mucho dolor al compararlos con tantos niños nuestros, tan necesitados de amparo como ellos, nacidos al calor de esta tierra generosa y hospitalaria, los cuales, sin embargo, no han de correr con la misma suerte que los protegidos del doctor Herrera Uslar…”
(El Nacional, Caracas, 5-9-1950, “Mil niños europeos vendrán como venezolanos”;
El Nacional, Caracas, 16-12-1950, “Los huérfanos”, firmado por J. de A. [Juana de Ávila], p. 4, Nacional).
Ahora bien, el proyecto no tuvo mayor desarrollo, pues pocos días después fue abandonado bajo el argumento de que traer un mayor número de niños resultaría demasiado costoso.




Continuando con la trama principal, Julio José Herrera Velutini contrajo matrimonio con Gilda Kolster el 30 de enero de 1970. Ella había nacido el 20 de julio en Nueva York, NY, Estados Unidos. El 15 de diciembre de 1971 nació su hijo Julio Martín Herrera Kolster.
A partir de este punto comienzan las mentiras en su propia biografía.
Herrera Velutini asegura haber sido educado y formado en The American School of London (Gran Bretaña), lo cual es completamente falso. Cursó estudios hasta tercer año de bachillerato en el Colegio San Agustín del Paraíso (donde también estudió su padre, Julio José), pero fue expulsado por mala conducta y por reprobar el año escolar. Como castigo, repitió tercer año en un liceo público de El Paraíso y posteriormente fue internado los dos años restantes en el TASIS The American School in Switzerland, un colegio ubicado en Lugano, Suiza, donde finalmente se graduó de bachiller.
Otras fuentes afirman que sus estudios iniciales los realizó en el Liceo Los Arcos, al sureste de Caracas.
En cuanto a su presencia en la Universidad Central de Venezuela (UCV), todo indica que fue únicamente de visitas. En su biografía asegura haberse graduado en 1990. Sin embargo, si consideramos que nació en 1971, en 1990 tenía tan solo 19 años.
Dado que una carrera universitaria dura, como mínimo, cinco años, habría tenido que ingresar a la UCV con apenas 14 años. En algunas versiones de su biografía incluso afirma que, antes de obtener el título universitario, ya ejercía como “corredor de bolsa” en la Bolsa de Valores de Caracas (sin considerar el año escolar que repitió).
Cabe destacar que, en Venezuela, para obtener la autorización de Corredor Público de Valores o Asesor de Inversión, se requiere tener un mínimo de 30 años de edad.
Durante su supuesto paso por la UCV, Venezuela tuvo como presidentes de la República a Jaime Lusinchi y a Carlos Andrés Pérez (en su segundo mandato). Los rectores de la universidad en ese período fueron Edmundo Chirinos y Luis Fuenmayor Toro, respectivamente.
No olvidemos en «Caracazo» el 27 de febrero de 1989
La Universidad Central de Venezuela (UCV) paralizó sus actividades académicas en varias ocasiones entre 1985 y 1990 debido a protestas estudiantiles y conflictos laborales.
1988: se produjeron varias paralizaciones a raíz de protestas estudiantiles por recortes presupuestarios y por demandas de mejoras en las condiciones académicas.
1989: las protestas continuaron, incluyendo la toma de edificios universitarios y la suspensión de clases en varias facultades.
1990: se registraron conflictos laborales entre el personal docente y administrativo con la administración universitaria, lo que también provocó la paralización de actividades.
En síntesis, las interrupciones entre 1985 y 1990 estuvieron motivadas principalmente por recortes presupuestarios, condiciones laborales y protestas estudiantiles.

Julio Martín Herrera Kolster habría cambiado su segundo apellido para desvincularse de su progenitora y del sangriento hecho en el que esta se vio envuelta… o al menos eso se creía.
Sin embargo, hay quienes sostienen que el objetivo del cambio de apellido tuvo razones más prácticas que morales. Una nota informativa de Reporte de la Economía señala que, en 2006, cuando se divorció de su esposa, aún figuraba con el apellido de su madre, condenada —como ya mencionamos— en 2001.
Algunos sospechan que el cambio de apellido no fue más que una estrategia para desviar la atención de sí mismo, en el contexto de la crisis bancaria de 2009 que llevó a la intervención estatal de sus instituciones financieras en Venezuela: Banco Real y Banreal Holding.
Pero retrocederemos hasta la genesis del asunto para valorar que tanto le pudo haber afectado:
Comienza a protagonizar sus grandes fraudes
El Banco de Desarrollo del Microempresario, C.A. anunció a sus allegados que dejaría de “cuadrarse” con los menesterosos y que, de ahora en adelante, se llamaría Banco Real, Banco de Desarrollo C.A.
¿Cuál es ese banco? Su primer presidente fue Emilio Santandreu. En la época en que proliferaban los bancos de desarrollo —fáciles de fundar, libres de regulaciones estrictas sobre tasas, con libertad para cobrar los intereses y comisiones que quisieran, y con la simpatía oficial por presentarse como apoyo a los microempresarios—, el Banco de Desarrollo del Microempresario inició operaciones en abril de 2006 con un capital inicial de 4.500 millones de bolívares, sede principal en el Centro San Ignacio y tres sucursales: una en Petare, otra en el Centro Comercial Telares Los Andes (en El Cementerio) y una tercera en el Mercado de Guaicaipuro.
La etapa de Bernardo Velutini
Tras una disputa familiar —por supuesto, por dinero, como suelen ser las peleas entre los ricos—, el banquero por herencia Bernardo Velutini Octavio, con el capital obtenido de la venta del banco familiar (Banco Caracas) a Nogueroles y su grupo de socios, decidió invertir en nuevos negocios. Nogueroles, tras adquirir el Banco Caracas, lo repintó de anaranjado y azul (colores que, según él, le daban suerte), abrió una oficina semanalmente, realizó una oferta pública para aumentar el capital y, en un movimiento rápido, lo vendió a los españoles del Santander. Estos, además, compraron la “golilla” del Banco de Venezuela a muy bajo precio; recuperaron su inversión en el primer año y, durante los nueve años siguientes, multiplicaron por más de veinte veces el capital social.
El Banco de Venezuela mantenía un capital mínimo permitido (40 mil millones de bolívares) por dos razones: para no “botar” dinero en aumentos de capital y porque las multas se calculaban en función de este, lo que les permitía pagar menos. Incluso, en Sudeban se planteó que las sanciones se calcularan tomando en cuenta las captaciones del último mes.
Estos banqueros españoles llegaron al extremo de, para cumplir con las carteras obligatorias de septiembre, ofrecer créditos ficticios al 4% a un pequeño grupo de clientes especiales, quienes luego colocaban ese dinero en otros bancos al 11%. Aunque la maniobra generaba pérdidas aparentes, evitaba dejar rastros gracias a la modalidad “back to back”.
De los autos a la banca
Bernardo Velutini, con la liquidez obtenida de la venta del Banco Caracas, se dedicó primero al negocio automotriz, adquiriendo la concesión Kia (que luego vendió para invertir en una marca de lujo). Como ya mencionamos, los bancos de desarrollo —con fachada de microbancos— ofrecían excelentes oportunidades de negocio. Así adquirió el Banco de Desarrollo del Microempresario.
La entrada de Julio Martín Herrera Velutini
Entra entonces en escena el joven corredor de valores Julio Martín Herrera Velutini, sobrino de Bernardo e hijo de Julio Herrera Velutini y de la recordada Gilda Kolster (vinculada a un sonado caso judicial). Julio le compra el banco a su tío, de modo que en apenas año y medio la institución pasó por dos manos distintas.
Poco después, el capital del banco se elevó a 30.000 millones de bolívares, cifra superior a la exigida para un banco comercial y cercana a la de un banco universal, aunque la entidad seguía operando como una mampara financiera.
En agosto de ese año, la composición de sus activos dejaba claro que no se trataba de un banco para microempresarios, sino de un banco de inversiones:
53% en inversiones en títulos valores (55% privados y 45% públicos)
18% en disponibilidades
22% en créditos
Sus captaciones alcanzaban los 198.502 millones de bolívares, de los cuales el 94% correspondía a depósitos a plazo fijo por un total de 187.028 millones.
¡Y qué sorpresa! El 72% de los depósitos del público provenían de entidades oficiales, es decir, del Gobierno. Por supuesto, estos fondos se colocaban en plazos fijos, que son los que generan mayores intereses. Y, claro, quién sabrá cuánto había “pa’ eso”, ya que el 77% de todos los plazos fijos del banco —equivalentes a Bs. 143.161 millones— provenían de depósitos oficiales.
En otras palabras: no era un banco de desarrollo y, además, dependía casi totalmente del dinero del Gobierno.
En cuanto a ingresos financieros, el banco obtuvo Bs. 3.202 millones en julio y agosto; sin embargo, sus gastos financieros fueron de Bs. 3.138 millones, es decir, un 98% de los ingresos, una cifra desproporcionada. En comisiones cobraron Bs. 2.064 millones en esos dos meses y, con “alguna que otra trampita contable”, lograron mostrar Bs. 1.003 millones de ganancias netas en ese mismo período.
Nueva junta directiva
El nuevo dueño no aparecía en el directorio y, en su lugar, figuraba como encargado Emilio Antelo Rey.
Directores principales:
Emilio Antelo R.
Emilio M. Santandreu (degradado)
Enrique Sánchez
Morris Señor Pérez
Isaac Serfaty
José Luis Velutini
Enrique Zambrano G.
Directores suplentes:
Margarita Expósito Hervás
Constanza Masciopinto
Deyanira Ochoa
Amalia Urbaneja
Eduardo Villamediana
José Gilberto Rodríguez
No cabe duda: el nombre Banco Real no venía por “los reales”, sino porque en su directorio solo había miembros de la “realeza” empresarial y social. Nada que ver con microcréditos ni con los “micropobres” que supuestamente debía atender.
Y queda la pregunta: ¿quién será el funcionario del Gobierno que colocó esos Bs. 143.438 millones en el banco, fondos cuyos dividendos le permitirían hacer el mercado todos los meses… y no precisamente en Mercal?
Fecha publicada: 11/10/2007
Fuente: Reporte
No se pierdan la quinta entrega de esta serie. Iremos revelando planes ejecutados —desconocidos en las Américas— y cómo, en medio de un juicio en curso, confió únicamente en su hijo para presidir “Britannia”, pero terminó implicándolo en sus propios y graves delitos.


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