Laín García Calvo, reconocido autor y coach de desarrollo personal, ha congregado a miles de personas en sus programas de mentoría. Promete ayudar a sus alumnos a alcanzar su mejor versión y resultados económicos rápidos en sus negocios. Sin embargo, no todos los participantes comparten una visión positiva. En los últimos meses han surgido testimonios críticos desde dentro de su comunidad, ofreciendo una mirada objetiva a las prácticas de la mentoría. Este reportaje analiza esos testimonios —de ex-alumnos que relatan sus experiencias de primera mano— para entender las luces y sombras de la mentoría de Laín García Calvo. A continuación, exploramos la presión por lograr resultados en 15 días, el enfoque en el dinero como medida de éxito, el trato diferencial según los logros económicos y cómo se gestionan las voces discrepantes dentro del grupo.

La presión de lograr resultados en 15 días

Uno de los ejes de la mentoría de Laín es el reto de conseguir resultados económicos en solo 15 días. Según los testimonios, esta exigencia se vive más como presión que como motivación. Participantes relatan que se impulsa a todos, incluso a quienes recién empiezan sin un negocio claro, a generar dinero en dos semanas, algo que varios consideran irreal. Algunos participantes señalan que fijar metas tan inmediatas sin una base sólida solo conduce a frustración. Recomiendan que el enfoque debería centrarse primero en mejorar las habilidades y la mentalidad del alumno antes de pretender ganancias inmediatas, destacando que los resultados económicos son consecuencia del crecimiento personal y la preparación, no algo que se pueda forzar en cuestión de días.

Estas vivencias apuntan a que el énfasis en resultados exprés puede ser contraproducente. No todos los asistentes están en el mismo punto de partida ni cuentan con los mismos recursos o experiencia. Algunos incluso narran casos personales que respaldan esta idea: emprendimientos que tardaron meses en despegar, pero que finalmente tuvieron éxito sin necesidad de cumplir objetivos quincenales artificiales. La presión de “correr detrás” del dinero a contrarreloj suele terminar en desánimo, especialmente para quienes acaban frustrados al no lograr la meta en el plazo impuesto.

El dinero como única medida de éxito

Otro punto polémico es el enfoque casi exclusivo en el dinero como indicador de éxito dentro de la mentoría. Varios ex-alumnos critican que Laín mide el progreso principalmente en términos financieros, relegando otros aspectos del crecimiento personal. Algunos participantes manifiestan inquietud de que la búsqueda de riqueza material se esté anteponiendo al desarrollo integral (mental, emocional, espiritual) que suele promover el mundo del desarrollo personal.

Diversos momentos de la formación refuerzan esta percepción. Por ejemplo, se relata que Laín llegó a aconsejar no invertir ni un euro hasta ahorrar el primer millón, insinuando que quien no acumule esa suma carece de mérito para invertir. Comentarios así dejan entrever un mensaje donde el éxito se cuantifica en cifras millonarias. Varios alumnos se sintieron desconcertados con ese tipo de afirmaciones, ya que no consideran realista ni necesario alcanzar cifras estratosféricas para comenzar a crecer financieramente.

Para muchos seguidores del desarrollo personal, el éxito no puede medirse solo en dinero; incluye también bienestar, propósito, aprendizaje y aportes a la comunidad. Al enfatizar prácticamente solo los números (facturación, ahorros, ingresos rápidos), la mentoría de Laín podría estar transmitiendo una visión reduccionista del éxito que condiciona fuertemente la relación mentor-alumno. Algunos alumnos comentan que esta obsesión monetaria genera ansiedad y distorsiona las prioridades: en vez de celebrarse avances en hábitos, mentalidad o autoestima, todo parece girar alrededor de cuánto dinero ganas.

Trato preferencial según los resultados económicos

Los testimonios apuntan a una diferenciación en el trato a los alumnos basada en sus logros financieros dentro de la mentoría. En la práctica, quienes alcanzan rápidamente las metas económicas parecen ganar el favor y la atención del mentor, mientras que el resto pasa más desapercibido. Algunos participantes relatan cómo demostrar ganancias rápidas otorga cierto estatus o tranquilidad frente al mentor y la comunidad, insinuando que quienes no obtienen ganancias inmediatas podrían ser vistos con preocupación, condescendencia o incluso indiferencia.

La sensación generalizada entre varios participantes es que en la mentoría hay alumnos de “primera” y “segunda” categoría, divididos por su nivel de facturación. Casos de éxito (aquellos que publican ganancias en días o semanas) reciben elogios, visibilidad en las sesiones e interacción directa con el mentor, fortaleciendo su motivación. En cambio, quienes no logran resultados económicos rápidos pasan inadvertidos; sus esfuerzos en otras áreas (por ejemplo, mejorar disciplina o conocimiento) no reciben el mismo reconocimiento. Este desequilibrio deja a muchos con la impresión de que si no estás “facturando”, no importas tanto en el grupo.

Un factor que agrava esta situación es el tamaño masivo de la mentoría. Se habla de unos 3.000 participantes simultáneos, lo que dificulta un acompañamiento personalizado. En sesiones reducidas con grupos más pequeños es mucho más fácil conocer y atender a las personas individualmente. En contraste, en un mar de miles de alumnos es inevitable que solo destaque una minoría, típicamente quienes cumplen las metas visibles (económicas) del programa.

 

Coacción encubierta y voces silenciadas en la comunidad

Más allá de los métodos y metas, varios testimonios hacen referencia a un ambiente poco tolerante con las críticas o las opiniones divergentes dentro de la comunidad de la mentoría. Aunque oficialmente se invita a los alumnos a expresarse, en la práctica predomina la coacción social para alinearse con el discurso del mentor.

Ex-alumnos cuentan cómo, tras publicar reflexiones honestas y respetuosas sobre aspectos de la mentoría con los que no estaban de acuerdo, recibieron fuertes ataques de la comunidad. En lugar de diálogo o debate constructivo, su opinión crítica recibió descalificaciones personales, ilustrando una cultura interna poco receptiva a la retroalimentación negativa. Este tipo de coacción social envía un mensaje claro a todos los miembros: lo más seguro es callar o aplaudir, pero no cuestionar.

En paralelo, la cúpula de la mentoría tampoco ha mostrado tolerancia hacia las voces discordantes. Algunos ex-alumnos relatan cómo Laín García Calvo ha terminado la participación de aquellos que manifiestan públicamente sus diferencias. Aunque algunas separaciones se han descrito como amistosas, queda la impresión general de que disentir abiertamente equivale a poner en riesgo la continuidad dentro del grupo, cohibiendo así la libre expresión.

El libre pensamiento que se predica pero no se practica

Una de las grandes contradicciones que señalan estos testimonios es la brecha entre el mensaje inspirador inicial de Laín y la realidad de cómo reaccionan él y su comunidad ante opiniones divergentes. Paradójicamente, aunque Laín anima a sus seguidores a ser “libre pensadores”, en la práctica cualquier cuestionamiento hacia sus métodos provoca reacciones defensivas o censura informal. Esto puede generar decepción y sensación de engaño en quienes ingresaron atraídos por la promesa de un pensamiento diferente.

El caso Cristina Vicente: un ejemplo de preferencia

Cristina Vicente es un claro ejemplo del trato preferencial de Laín. Es una persona que ya ha superado el millón anual de facturación gracias a sus cursos de Péndulo Hebreo. Ella ha comentado con varias personas que sus resultados económicos se deben en realidad a Alejandro Novás, gracias a su programa E10 y E100K. Tanto es así, que Cristina ha sido premiada en varias ocasiones en el evento Infinity de Alejandro Novás. Sin embargo, Cristina oculta estos detalles a Laín para quedar bien y aprovechar la fama y alcance de Laín García Calvo para llegar a más personas.




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