Errores táctico-técnicos del ciclo Batista

Identidad y modelo de juego. Venezuela alternó 4-2-3-1 / 4-4-2 y tramos en bloque medio-bajo sin cristalizar un patrón estable de progresión. Cuando el rival subía presión, el equipo se partía: mediocentros en línea con centrales, poco apoyo por dentro y salida directa a punta (Rondón/J. Martínez) que devolvía balones sueltos. Resultado: posesiones poco útiles y dificultad para instalarse arriba con pases.

Transiciones defensivas. La desconexión entre doble pivote y línea de cuatro dejó pasillos por dentro y llegadas rivales a remate frontal. La goleada 3-6 vs. Colombia expuso: 1) pérdidas mal protegidas, 2) retorno lento de extremos, 3) centrales defendiendo grandes espacios. En ese partido, Colombia convirtió cada oleada en situaciones de alta probabilidad.

Gestión de balón parado en contra. Problemas de asignaciones mixtas (zonal + marcas) y segundas jugadas. En Maturín, Colombia capitalizó centros y rechaces, y ya antes Bolivia (4-0 en El Alto) había castigado el juego aéreo y los golpeos lejanos con poca presión al balón.

Cambios y match-management. Sustituciones tardías y de rol espejo (extremo por extremo/9 por 9) cuando el equipo necesitaba alterar la geometría del partido (doblar carril, tercer hombre interior, o 3-5-2 para igualar por dentro). Faltaron “palancas” para modificar inercias adversas.

Datos de rendimiento del clasificatorio 2026.

  • 18 puntos en 18 fechas, GF 18 / GC 28 (8.°), con un patrón crítico: 16 de 18 puntos como local y apenas 2 de visita.

  • Derrotas bisagra: 0-4 vs. Bolivia en altura y 3-6 vs. Colombia en la última fecha, que sellaron la eliminación aun con cupos ampliados.

  • En el cierre, desajustes de concentración post-descanso y en tramos de repliegue medio costaron goles encadenados.

Lectura global. Hubo pasajes competitivos durante el ciclo (picos de presión tras pérdida y acciones individuales de Soteldo/Segovia/Rondón), pero el equipo no resolvió tres cuellos de botella: 1) estructura para progresar por dentro, 2) protección de pérdidas y pelota parada, 3) plan B real desde el banquillo. Con una tabla comprimida, esos detalles deciden.

¿Quién debe reemplazarlo? Por qué los nombres que suenan no son una solución “automática”

Candidatos locales

  • César Farías. Aporta jerarquía histórica y un marco competitivo probado. Riesgos: regreso con alta presión y expectativas, estilo intensivo que podría chocar con perfiles actuales y ruido mediático por su carácter.

  • Rafael Dudamel. Conoce la base y etapas juveniles; su última etapa absoluta fue conservadora y desgastante hacia el final. Podría repetir inercias si no hay blindaje institucional.

  • Richard Páez. Padre del “cambio de chip” dosmilero; hoy, brecha de actualización competitiva en la élite y posible choque con la dinámica federativa actual.

  • Oswaldo Vizcarrondo. Proyecto a futuro (buen trabajo en Sub-17/Sub-20). Falta tramo en mayores; salto inmediato en crisis podría “quemarlo”.

Extranjeros

  • Luis Zubeldía. Perfil moderno con títulos en clubes y manejo de procesos, hoy mencionado como principal candidato. Incógnitas: cero experiencia en selecciones, tiempos de trabajo reducidos y adaptación al ecosistema local.

  • Jorge Luis Pinto. Orden defensivo y experiencia mundialista; riesgo alto de fricción por métodos rígidos y una propuesta que podría ser demasiado reactiva para la generación actual.

  • Hernán Darío “Bolillo” Gómez. Oficio y conocimiento Conmebol; curva reciente a la baja y propuesta táctica desactualizada para este plantel.

  • Ricardo Caruso Lombardi. Bombero de liga, no de selección; alta volatilidad y poca adecuación a un proyecto cuatrienal.

  • Incluso algunos hablan de Tata Martino o Gareca. Pero no creo que la solución sea traer a otro argentino.

Conclusión de mercado. Sin cambio de gobernanza deportiva, tiempos y protección del proyecto, cualquier nombre corre riesgo de ser un parche. La prioridad es alinear: director deportivo con poder real, perfil de DT compatible con plantel (press-resistencia + balón parado) y hoja de ruta 24-30 meses.

La cuota de responsabilidad de la FVF y Jorge Giménez Ochoa

Diseño de proyecto y continuidad. Tras la apuesta por Pékerman (visión integral de selecciones) y la ruptura prematura, la transición acelerada a Batista se leyó como solución de contingencia, no como hoja de ruta. Faltó plan alternativo robusto, estructura técnica estable y blindaje del seleccionador ante coyunturas políticas y mediáticas.

Toma de decisiones y tiempos. El respaldo al DT se mantuvo hasta el final pese a señales deportivas de alarma (sobre todo de visitante). El giro sólo llegó después del golpe final y de la presión pública de máximas autoridades estatales. La reacción tardía y sin narrativa técnica clara erosiona la confianza.

Contexto reputacional. Investigaciones periodísticas han señalado vínculos de poder y tramas de negocios estatales alrededor de la figura del presidente federativo, alimentando percepciones de captura política y posible distracción de prioridades deportivas. Sin transparencia financiera y rendición de cuentas, la inversión en juveniles, scouting y ciencia aplicada al rendimiento se resiente.

Lección central. El fracaso de un ciclo con más cupos que nunca refuerza que el problema no es sólo de banquillo. Hace falta gobernanza: mando único deportivo, KPI’s públicos (puntos/90’ fuera de casa, xG a favor/en contra, ABP, minutos Sub-23), y contratos del seleccionador blindados contra injerencias.

Por qué César Farías fue (hasta hoy) el mejor seleccionador de Venezuela

Hitos

  • Copa América 2011: 4.º lugar (semifinalista por 1.ª vez).

  • Eliminatorias 2010-2014: mejores cosechas acumuladas de puntos del país hasta entonces, peleando la repesca hasta el tramo final rumbo a 2014.

  • Mundial Sub-20 2009: primera clasificación de Venezuela a un torneo FIFA de cualquier categoría con él al mando.

Juego y mentalidad. Equipos compactos, pragmáticos y competitivos: cerró pasillos interiores, maximizó ABP y transiciones; y, sobre todo, instaló el “podemos competir en cualquier cancha”. No fue una propuesta vistosa permanente, pero sí efectiva y repetible ante rivales superiores.

Legado. Subió la vara cultural (respeto regional), abrió puertas a binacionales y profesionalizó rutinas. Su trayectoria posterior en clubes de fuera respalda su capacidad de gestión de contextos difíciles.

Balance. Por combinación de resultados inéditos, identidad competitiva y huella estructural, Farías es el listón histórico con el que se mide a sus sucesores. Reconocerlo no impide exigir actualización si alguna vez vuelve, pero su ciclo es el benchmark: semifinal continental + pelear Mundial hasta el final.


Recomendaciones tácticas para el próximo ciclo (hoja de ruta deportiva)

  1. Construcción de ataque con “triángulos fijos”: anclar un 6 posicional que conecte a laterales por dentro; fijar un interior lanzador (Herrera cuando esté sano/Segovia según rol) y un extremo interior para tercer hombre.

  2. Presión tras pérdida de 5” y coberturas: activar regla de 5 segundos + central de “cobertura libre” cuando el lateral sube; métricas por partido de recuperaciones en 8 s.

  3. ABP ofensiva/defensiva profesionalizada: coordinador específico; catálogo de 8 jugadas (4 córners, 4 faltas) y marcajes híbridos con “perro de rechace”.

  4. Plan B sistematizado (3-5-2 o 4-2-2-2) para remontes: doble punta y carriles altos, o 10 de apoyo para bajar pelotas de Rondón/Jhonder.

  5. Puerta rota visitante: micro-objetivo público: ≥8 pts fuera en el próximo clasificatorio. Reporte trimestral de indicadores (xGA visitante, tiros recibidos en zona 14, PPDA).

Pékerman y la fractura de la pirámide juvenil: centralización, decisiones erráticas y una FVF permisiva

Entre 2022 y marzo de 2023, el “Proyecto Pékerman” prometió profesionalizar la ruta de talento de la Vinotinto (Sub-15/17/20/23). En la práctica, terminó hiper-concentrando decisiones (staffs, método, agenda) en un núcleo externo encabezado por José Néstor Pékerman y su operador más influyente, Pascual Lezcano, mientras la FVF careció de controles y líneas de responsabilidad claras. El resultado no fue una cantera más sólida sino una pirámide inestable, con procesos cortados, técnicos impuestos y una dependencia de criterios ajenos al contexto local que desalineó ciclos competitivos. Tras su salida, los efectos colaterales se vieron en 2024-2025: resultados pobres de la Sub-20 como anfitriona, cambios acelerados en cuerpos técnicos y un mensaje inequívoco: la gobernanza del fútbol base quedó dañada.

Cómo operó la centralización

  • Anillos de decisión fuera de la FVF. La federación reconoció públicamente que el entorno de Pékerman quiso “trabajar sin control”, buscando amplitud de mando sobre selecciones y operación. Esa arquitectura desplazó a la dirección deportiva federativa y debilitó el contrapeso institucional.

  • Nombramientos verticales y dependencia de técnicos externos. En 2023, ya bajo el paraguas de ese proyecto, la FVF nombró a Ricardo Valiño al frente de Sub-20 y Sub-23. El doble sombrero reflejó la lógica de concentrar poder técnico en un staff “afín” al diseño original, en vez de diversificar y especializar por categoría.

  • Planificación de torneos y microciclos condicionada. Conmebol trasladó a Venezuela la sede del Sudamericano Sub-20 2025, oportunidad de oro para cosechar un proceso. Pero el itinerario deportivo llegó a 2025 con un equipo sin identidad definida y ajustes de última hora (cambios de sede y logísticos), señales de un proyecto que no maduró en la base.

Efectos visibles en desempeño y procesos

  • Fracaso del anfitrión Sub-20 (enero–febrero 2025). Venezuela quedó eliminada en fase de grupos en casa, sin acceder al hexagonal que daba cupos al Mundial. La propia prensa local habló de falta de idea de juego y planificación insuficiente. Días después la FVF cesó a Valiño y a su cuerpo técnico de las Sub-20/23, evidenciando un ciclo corto, caro y poco sostenible.

  • Desalineación de la pirámide. Mientras la Sub-17 venía de un ciclo con luces (clasificada al Mundial 2023), la Sub-20 no capitalizó el supuesto “salto de calidad” del proyecto y no consolidó un método: hubo interinatos, rotaciones y bandazos en perfiles de entrenador y en formas de jugar.

  • Daño institucional: quién manda en el fútbol base. La FVF permitió que el diseño de categorías menores dependiera de un proyecto personalista, sin contratos-programa, KPIs públicos (minutos Sub-19 en ligas locales, volumen de microciclos, % de promoción U-17→U-20) ni una jefatura técnica federativa con poder real. Cuando Pékerman/Lezcano salieron, quedó un vacío y la pirámide se resintió.

Responsabilidades de la FVF

  1. Fallo de gobernanza: la federación delegó sin controles funciones estratégicas (selección de staffs, metodología, agenda), y rompió el principio de que el fútbol base es política pública deportiva, no patrimonio de un cuerpo técnico.

  2. Planeación reactiva: tras la ruptura de marzo de 2023, la FVF no reencauzó la base con una dirección técnica propia, estable y medible; en cambio, mantuvo inercias (doble sombrero Sub-20/23, perfiles sin continuidad).

  3. Comunicación opaca: la federación admitió tarde las tensiones y recién en 2025 expuso que traer a Pékerman fue “un error”, cuando el daño ya estaba hecho: categorías juveniles sin hoja de ruta y desempeño Sub-20 por debajo del estándar mínimo siendo sede.

¿“Destruyó” las inferiores?

“Destruir” es un verbo fuerte; lo sustantivo y verificable es que el modelo de control y discrecionalidad asociado al ciclo Pékerman interrumpió la construcción de una pirámide juvenil federativa, estable y soberana. Erosionó capacidades internas (scouting local, continuidad metodológica, especialización por categoría) y dejó una dependencia de decisiones exógenas que no se tradujeron en rendimiento cuando tocó competir. La Sub-20 2025 lo expuso ante los ojos de todo el país. La responsabilidad es doble: de quienes impulsaron ese diseño y de una FVF que lo permitió.

Qué habría que corregir (medidas concretas)

  • Director/a técnico/a del fútbol formativo con contrato de 4 años, mandato y presupuesto propio; staffs especializados por categoría, prohibido el “doble sombrero”.

  • KPIs públicos trimestrales: número de microciclos, minutos acumulados de elegibles en ligas locales/exteriores, tasa de promoción U-17→U-20 y U-20→U-23, y rendimiento en ABP y transición (métricas objetivas).

  • Cláusula de no injerencia: ningún seleccionador absoluto (ni su entorno) puede nombrar o remover técnicos juveniles; sólo proponer perfiles a una comisión técnica federativa independiente.

  • Calendario y sedes blindadas: si el país es anfitrión de un Sudamericano juvenil, el plan de partidos amistosos, giras y microciclos debe estar cerrado 10-12 meses antes, con auditoría externa de cumplimiento.




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